George Adamski

El 23 de Abril de 1965 falleció en los Estados Unidos George Adamski, un norteamericano de origen polaco, cuya vida sin mayores alternativas cobró de pronto inusitada notoriedad a partir del 20 de noviembre de 1952. Desde entonces el oscuro regente de un restaurante situado al pie del Monte Palomar, astrónomo aficionado, asiduo lector de literatura teosófica, maestro de escuelas de adultos e investigador a ratos de los «platillos volantes», se convirtió en una persona notable, autor de libros increíbles y conferencista solicitado por auditorios numerosos, que siguieron sus relatos con inocultable fervor. Pero si bien en determinados círculos su persona atraía una curiosidad no exenta de disimulada aprobación para la enorme mayoría, Adamski pasó directamente a ser considerado un inofensivo delirante o un aprovechado explotador que había tenido la suficiente habilidad como para montar un negocio publicitario con miras a solucionar sus problemas económicos y obtener, asimismo, una celebridad que satisfacía las necesidades de su ego, alimentado por la admiración de una legión de débiles mentales.

Desestimado por los científicos, ignorados por las Fuerzas Armadas, despreciado por los intelectuales y sometido a la difamación y a la burla de la gran mayoría que conoció su historia, el famoso «contact man» permaneció rodeado por sus fieles seguidores, que aún lo consideran como uno de los enlaces terrestres con los seres alienígenas que presuntamente visitan el planeta. Sin embargo, luego de 16 años de su encuentro memorable, algunos investigadores serios que en su momento tuvieron para Adamski una piadosa y escéptica sonrisa, comienzan con cierta timidez a mencionarlo sin los clásicos calificativos. De falsario o embustero, y si bien no se le reconoce verosimilitud a sus relatos posteriores (entrevistas con seres del espacio y viajes en «platillo volante»), que lindan en la paranoia, se muestran cautelosos en cuanto a sus notables fotografías y a su primer encuentro con el «hombre de Venus».
El propio Jung, al examinar detenidamente las fotos tomadas por Adamski, declaró: » Las fotografías de George Adamski podrán ser ciertas, pero la historia del bello joven de los cabellos sedosos es una invención, eso me pareció demasiado ridículo…, como un cuento de hadas».
Al margen de las fotografías (cuya autenticidad no a podido se afirmada ni negada), la historia de Adamski, depende de elementos subjetivos, tal vez proyecciones inconscientes de tipo religioso y descansa sólo en la confianza o el crédito que pueda concederse al testigo, lo cual para la ciencia no tiene valor probatorio, como no lo tienen ninguno de los casos que se basan exclusivamente en testimonios humanos.
De todos modos, si tenemos en cuenta ciertos relatos anteriores y posteriores (también improbables) que parecen respaldar de alguna manera su historia increíble, creemos necesario recordarla como un presumible antecedente en este legajo turbador e inverosímil, que tiende a sugerir que habitantes de otros mundos visibles o invisibles frecuenten la tierra de manera concreta o se hacen presentes por medio de incomprensibles «proyecciones» mentales.-

EL GRAN «CIGARRO DE LOS CIELOS
En su edición del 24 de noviembre de 1952, el diario «Gazzete», de Phoenix, Arizona, en un artículo firmado por Len Welch, publicó por primera vez primera la aventura de Adamski, que el mismo protagonista narrara dos años después con lujo de detalles en el libro Flying Saucers Have Landed (Los Platillos volantes han aterrizado), escrito en colaboración con el estudioso británico Desmond Leslie.
Luego de obtener varias fotos de ovnis (en el cielo y a gran distancia) y haber viajado sin éxito al desierto, impulsado por extrañas intuiciones, Adamski citó para el 20 de noviembre por la mañana en un lugar situado en las cercanías de Blythe (California) a varios amigos que deseaban acompañarlo en sus viajes intempestivos. Estos eran: el doctor y señora George H. Willianmson (de Prescott Arizona); la señora A. C. Bailey (de Winshow, Arizona); la señora Alice K. Wells, propietaria del café de Palomar Gardens, y su secretaria, la señora Lucy Mc Kinnis.
El grupo partió en dos automóviles hacia el desierto de Arizona y se detuvo a 16 kilómetros de Parker, en plena zona despoblada . Luego de un breve Lunch y de los inevitables comentarios que suscitaba la aventura, pudieron observar el paso de un avión de dos motores en aparente vuelo de rutina. De pronto y en la misma dirección donde poco antes había pasado el aparato, divisaron maniobrando en lo alto, sin ruido alguno una enorme nave plateada en forma de habano, sin alas ni apéndice alguno. Lento, como si fuese a la deriva, el habano se dirigió hacia los observadores y luego pareció que se detenía en el espacio. A primera vista el artefacto se parecía a la cabina de un gran avión, reflejando sobre los lados los rayos solares. En medio de la excitación general, todos miraron a través de los binoculares y distinguieron una especie de marca negra u oscura al costado del objeto, similar a una insignia, aunque diferente de las conocidas.

Adamski, guiado por su intuición, pidió a la secretaria que lo acercase al lugar donde evolucionaba el «cigarro», Bailey se sumó a la pareja y el automóvil se internó en el desierto por una huella transversal al camino, allí descargaron el equipo astronómico y fotográfico, y Adamski pidió a sus compañeros que regresasen con el grupo y lo observaran desde lejos. Pocos minutos después, la » corazonada» de Adamski, se concretaba de acuerdo a sus deseos. Un «platillo» pequeño , en forma de campana, que resplandecía bajo los rayos del sol, apareció de súbito y luego de varias evoluciones (Adamski aprovechó para tomar varias fotografías), aterrizó a menos de un Kilómetro de distancia. El excitado observador, decidido a enfrentarse con el enigma que lo perturbaba, avanzó resueltamente hacia el objeto, que lanzaba brillantes destellos. Cuando se hallaba a una distancia menor de cien metros, vio a un hombre que salía de un barranco cercano al «platillo» y le hacía señas de que acercase. Casi enseguida ambos estuvieron frente a frente.

Las intuiciones de quien fuera considerado farsante y desacreditado por las Fuerzas Armadas de su país, tomaron realidad.
George Adamski, acompañado, como dijéramos el 20 de noviembre de 1952, por un grupo de amigos, enfrentó al enigma que lo preocupaba. Esa mañana cerca del lugar destinado para acampar – desierto de Arizona-, un extraño objeto descendió en las proximidades. Adamski se acercó sigilosamente y observó el «platillo» del cual descendía un hombre. Luego éste lo invitó al diálogo…
Cuando se reintegró al grupo, comenzó a relatar su experiencia:
«Era un hombre de cabellos largos y dorados -dijo-, vestido con un conjunto oscuro, semejante a un traje de esquiador sin costuras. Llevaba botas cortas que dejaban en el suelo extrañas huellas. Su rostro de rara belleza, casi femenino, reflejaba intenso amor y sabiduría. Sus ojos eran azules y almendrados y los pómulos algo salientes. Debía de medir aproximadamente 1,80 metros y pesaría alrededor de 60 kilos. Nos comunicamos por medio de gestos e inducción mental. El desconocido trazó varios círculos en el suelo -las órbitas de los planetas-, por lo que creí entender que provenía de Venus, al indicarme la órbita correspondiente al segundo planeta y luego señalarse asimismo».

Adamski tuvo la impresión de que allí se hallaban preocupados por las experiencias atómicas de la Tierra… El venusino hablaba de vez en cuando en una lengua muy parecida al chino, y , a pesar de su insistencia, se negó a ser fotografiado. Al intentar aproximarse al «platillo», posado algunos metros más adelante, experimentó un poderoso tirón en el brazo izquierdo. Entonces el extraño señaló las marcas que su calzado dejaba en el suelo, como si estas fuesen algo importante. Después el doctor Williamson saco vaciados en yeso de aquellas huellas.
El objeto era un artefacto más semejante a una campana que a un disco propiamente dicho. Parecía construido con un material brillante, translúcido, pero diferente al vidrio. Reflejaba los rayos como un brillante ahumado y se hallaba flotando a unos 50 centímetros del suelo. La cúpula era oscura y estaba coronada por una semiesfera que las fotos tiene una cierta forma de anilla.
«Las portillas- expresó Adamski- eran de un material bastante transparente y llegué a ver otro hermoso semblante a través de una de ellas, muy parecido a mí interlocutor. Este me advirtió que no me aproximase mucho al aparato. Yo desobedecí y cuando acerqué más el hombro derecho hacia la superficie del disco, mi brazo fue lanzado contra mi cuerpo con terrible fuerza».

Poco después, el venusino le pidió la máquina fotográfica, sacó el rollo, y de alguna manera le comunicó que volvería a verlo. Adamski le preguntó si podría entrar en la nave, y el extranjero le hizo comprender que algún día eso sería posible. Además y siempre con mucha dificultad, el hombre de Venus contestó a las numerosas preguntas de Adamski. Afirmó que hay humanidades en todos los planetas, y que la forma humana es universal, aunque con diferencia de estatura, complexión, estado de materia y razas. «Ha habido -dijo el venusino- muchos aterrizajes anteriores de gente de otros mundos y habrá muchos más. En ciertos los visitantes han dejado su vida en la tierra, a veces por daño de los terrícolas, por lo cual tardará mucho tiempo todavía el contacto habitual con la humanidad de la tierra. Aunque ese contacto – aclaró- vendrá y los descensos se harán junto a las grandes poblaciones y zonas urbanas».
Adamski creyó comprender que los viajes espaciales eran práctica conocida tanto de los hombre de Venus como de los de Marte y otros planetas, dentro y fuera del sistema solar, y que entre los primeros y los segundos se realizaba un activo intercambio cultural y espiritual.
Cuando el disco se elevó, el privilegiado protagonista notó que dos anillos de la parte inferior se movían en una dirección, mientras otros dos giraban en sentido contrario. Observó además, que bajo el aparato estaba dispuesto, como tren de aterrizaje un trípode constituido por tres esferas metálicas. Luego el objeto ascendió lentamente y se fue perdiendo en el espacio.
Sí. El contacto con un extraterrestre se había producido. Cuando se alejó la nave, debieron pasar varios minutos hasta salir de su asombro. Adamski quedó sorprendido, anonadado, una vez que reaccionó, regresó al campamento -16 kilómetros de Parker, Arizona-, donde lo aguardaban sus amigos. Junto con ellos denunció lo acontecido a las autoridades y la prensa. De inmediato ratificaron su versión ante escribano público, desatando una ola de rechazo e incredulidad en el mundo entero. Las autoridades no se molestaron siquiera en desmentir el presunto suceso, y los servicios de seguridad escucharon el relato con evidente resignación. Sin embargo, la historia de este hombre singular, burlado por las autoridades, tuvo nuevas derivaciones.

La mañana del 13 de diciembre de 1952, un «platillo» evolucionó a baja altura, sobre Palomar Gardens, y desde una de las ventanillas fue arrojado un rollo de película que, una vez revelado, mostró extraños jeroglíficos, en lugar de las tomas obtenidas por Adamski en el desierto. Este no desaprovechó la ocasión y fotografió de nuevo el objeto, logrando esa clásica imagen del «platillo» con las tres esferas, hoy ampliamente difundida.

Tiempo después, la historia de Adamski adquirió ribetes que la tornaron decididamente inverosímil. El «contact-men» afirmó haber tenido contactos -nueve en total- con seres alienígenas, e incluso relató como fue transportado dos veces al espacio exterior por sus amigos extraterrestres. A comienzos de 1959 se produjo un escándalo en Holanda, cuando la reina Juliana, entusiasta de los «platillos volantes», le concedió una audiencia especial para escuchar sus relatos. A la misma asistieron el príncipe Bernardo y dos asesores científicos, que acosaron al supuesto viajero con preguntas técnicas que no pudo contestar. Los ecos de la desusada entrevista llegaron al Parlamento y el confundido profeta debió abandonar el país. Pero la estrella de Adamski no se había eclipsado totalmente.

El 15 de febrero de 1954 ocurrió algo que hasta cierto punto sirvió para corroborar parte de sus afirmaciones. Stephen Darbishire, de 13 años y Adrian Myer de 8, dos niños ingleses que fotografiaban pájaros en las cercanías del lago Coniston, en el Condado de Lancshire, observaron las evoluciones de un ovni y obtuvieron una toma que aunque fuera de foco, mostraba la silueta de un «platillo» en forma de campana, en el que podían apreciarse ciertos detalles que sugerían la idea de una cúpula y un tren de aterrizaje con tres esferas, similar al de la foto de Adamski. Por otra parte, Stephen afirmó: «Tenía una parte en forma de cúpula con troneras y tres esferas en su parte inferior, en que aparecía también un punto oscuro central, en forma semejante a un cono». Esta coincidencia, y la difusión dada al caso Coniston, movieron al duque de Edimburgo -apasionado por los ovnis- a invitar al joven Stephen al palacio de Buckingham, para que le informase personalmente de la sugestiva observación.
La gran aventura que signó la vida de Adamski ha quedado sin respuesta ciertas. Si bien algunas de sus fotos transmiten una turbadora impresión de realidad, la historia de sus contactos con «hombres de otros planetas» pertenece a los nuevos mitos generados por nuestra época tecnológica.
Antonio Ribera considera que el bello venusino es el propio Adamski idealizado. Un Adamski más joven que predica la paz y el fin de la carrera de armamentos atómicos.
Para finalizar esta breve referencia al caso Adamski, recordemos dos hechos extraños, pero importantísimos, que aportan nuevos elementos de duda y acentúan el misterio que rodea a su figura

En oportunidad de viaje a Dinamarca, en 1963, invitado por el mayor H. C. Petersen, de la Real Fuerza Aérea Danesa, un supuesto ser extraterrestre le habría entregado un paquete sellado con destino al papa Juan XXIII. Adamski obró de acuerdo a las instrucciones. Días después ante su sorpresa fue citado por el Santo Padre y recibió de sus manos en señal de agradecimiento, la medalla del Vaticano. Por otra parte, y esto no deja de ser sorprendente, a su muerte fue inhumado en el cementerio de Arlington, por cuenta del Estado norteamericano. Al respecto nadie ha podido discernir cuales fueron los actos relevantes efectuados en vida por George Adamski para merecer ese póstumo reconocimiento. Sin embargo, no cabe duda que estos dos actos no alcanzaron a retribuir el trabajo perseverante y estudioso que llevó a cabo. De todas maneras, es el reconocimiento al investigador, también maestro de escuelas de adultos, que conmovió la opinión mundial en su encuentro con un ser extraterrestre.-

Fuente : http://ovniweb.freeservers.com/Adamski.html

Vean un vídeo grabado por el mismo :

 

Fuente del video : https://laexuberanciadehades.wordpress.com/2013/05/15/george-adamski-contactado/

 

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